jueves, 29 de enero de 2009

Comprometerse con Jesús

Ejercítate para la piedad.
1 Timoteo 4:7.

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Romanos 12:1.

Ninguna actividad enfatiza más sobre el compromiso que el deporte. Ningún deportista que se prepara para los juegos olímpicos se presentaría sin haberse sometido primeramente a una disciplina y a un entrenamiento riguroso, con la ambición de obtener el primer lugar.

Cuando el apóstol Pablo alienta a Timoteo a ejercitarse para la piedad (1 Timoteo 4:7), emplea una palabra tomada de los deportes de su tiempo. Cristianos, si queremos progresar en nuestra vida cristiana, debemos adoptar la actitud de los atletas. Comprometernos, sí; pero ¿a qué? A seguir a Jesús. Para seguirle, el primer paso indispensable es aceptarle como Salvador; después, obedecerle y servirle, confiando en su bondad.

No busquemos tal compromiso para estar satisfechos con nosotros mismos ni para ser aplaudidos por los demás. Si alguien tuviera esta meta, saldría muy decepcionado. Hagámoslo para Dios. El ardiente deseo de complacerle en todo es la clave de una vida útil. No podemos comprometernos con Jesús por nuestras propias fuerzas, sino por su gracia operante en nosotros. “Por las misericordias de Dios”, el apóstol exhorta a los cristianos a consagrarse a Él.

Sin la gracia no podemos hacer nada, sin embargo, la gracia no puede ser un pretexto para descuidarnos. ¡Al contrario! Ella es la fuerza y la motivación del verdadero compromiso cristiano.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

Cuando hacemos lo que podemos...


Un joven hombre estaba corriendo una carrera y se percató de que cada vez quedaba más atrás de los demás competidores. Sus amigos lo alentaban desde las líneas laterales, pero parecía que esto no surtía efecto. Sin embargo, de repente, sus labios comenzaron a moverse con regularidad, sus piernas incrementaron la velocidad, y para sorpresa y aliento de todos los espectadores que estaban viendo la carrera, comenzó a pasar uno por uno a sus competidores... ¡y ganó la carrera!

Luego de recibir la medalla y las felicitaciones de su entrenador y sus compañeros de equipo, se dirigió a sus amigos. Uno de ellos le preguntó: Podíamos ver tus labios moverse pero no podíamos escuchar lo que decías. ¿Qué estabas murmurando?...

El joven contestó: Estaba hablando con Dios. Le dije: Señor, tú levántalos y yo iré bajándolos... ¡Tú levántalos y yo iré bajándolos!.

Cuando hacemos las cosas que sabemos hacer, vivimos nuestras vidas de la forma que la Palabra de Dios nos ordena, y creemos para el bien de nuestra habilidad que el Señor siempre nos ayuda, estamos en posición de saber con certeza lo que el apóstol Pablo sabía: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13

Cuando hacemos lo que podemos, Dios hará lo que no podemos. Lucas 1:37 Porque nada hay imposible para Dios.

Fuente: El libro devocionario de Dios para papás. Editorial Unilit.

miércoles, 28 de enero de 2009

Encomienda al Señor tu camino


La familia de Dios


No ruego solamente por éstos,sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,que también ellos sean uno en nosotros.
Juan 17:20-21.

En esta oración a su Padre (Juan 17:20-21), el Señor Jesús no sólo pensó en los apóstoles que estaban con él, sino también en todos aquellos que más tarde creerían en él. Su deseo es que “todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti”. Aquí él habla de la unidad de la familia de Dios. ¿Cómo se forma? Todo ser humano que cree en el Señor Jesús recibe la vida eterna y así entra en la familia de Dios.

Este maravilloso hecho no queda sin resultado. A ese respecto está escrito acerca de los primeros cristianos: “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas”. “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma” (Hechos 2:44; 4:32).

Personas de origen diferente y de distintas posiciones sociales tenían, de repente, los mismos intereses, se amaban y se apreciaban unas a otras. ¿A qué se debía esto? A que todos tenían la misma vida y naturaleza. Por eso tenían un mismo tema principal: la persona del Señor Jesús, quien era su común Salvador y Dios el Padre, de quien eran los hijos.

¿Y hoy en día? Los cristianos que son verdaderos creyentes también poseen la misma vida divina. Por eso, cuando los hijos de Dios se encuentran, aunque no se conozcan, pueden regocijarse en su común Salvador y en su Padre celestial, formando parte de la misma familia.

Fuente: LaBuenaSemilla.net

sábado, 24 de enero de 2009

El misterio más grande


En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Génesis 1:1

Grande es el misterio de la piedad.
1 Timoteo 3:16

En una hermosa noche sin luna se puede ver en el cielo una larga cinta clara entre las estrellas. Es la Vía Láctea, nuestra galaxia. Se ha observado que da vuelta sobre sí misma y nos arrastra en una carrera a través del universo. Y el cosmos está poblado por millones y millones de galaxias.Sí, verdaderamente “los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1).

El universo nos revela la sabiduría y el poder de Dios.Pero lo que el esplendor del cosmos no nos revela es la gracia de Dios y su amor por los pecadores. Para dar a conocer esta gracia en nuestra tierra, punto minúsculo en todo el universo, Dios Hijo, el Señor Jesús, vino bajo forma de hombre y vivió entre nosotros.

Pero no sólo vino a la tierra, sino que sufrió en ella, luego murió y resucitó. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).Éste es el misterio más grande: el amor de Dios.

Contrariamente al cosmos que los hombres deben explorar con la ayuda de instrumentos cada vez más sofisticados, el misterio del amor divino se descubre de forma muy sencilla. Está al alcance de todos, del niño como del sabio más erudito. Pero sólo por la fe en el Señor Jesús podemos ser introducidos en la esfera eterna y siempre nueva del reino del Dios de amor.

Fuente: LaBuenaSemilla.net

jueves, 22 de enero de 2009

Dios te responderá




Dios todo lo conoce

El Señor conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad.
Salmo 94:11


Dios dice: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos.
Éxodo 33:12

“Él conoce los secretos del corazón”. “El conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo” (Salmos 44:21 y 103:14).

“Oh Señor, tú me has examinado y conocido” (Salmo 139:1).

“Tú conociste mi senda” (Salmo 142:3).

“Pero tú, oh Señor, me conoces; me viste”. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo el Señor” (Jeremías 12:3 y 17:9-10).

“El Señor conoce los pensamientos de los sabios” (1 Corintios 3:20).

“Las cosas que suben a vuestro espíritu, yo las he entendido” (Ezequiel 11:5).
“Yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados” (Amós 5:12).

“Dios conoce vuestros corazones” (Lucas 16:15).

“Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos”. “Yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros” (Juan 2:24 y 5:42).

“Tú lo sabes todo” (Juan 21:17).

“Él sabe todas las cosas” (1 Juan 3:20).

El Señor “conoce a los que en él confían” (Nahum 1:7).

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco” (Juan 10:27).

“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia” (Apocalipsis 2:2).

Fuente:LaBuenaSemilla.net

miércoles, 21 de enero de 2009

¿Amar por obligación?


¿Has sentido alguna vez la carga de tener que amar a alguien? En la vida llevamos cargas de diferentes naturalezas, algunas más livianas, otras más pesadas. Por lo general tienen que ver con responsabilidades, con sufrimientos, con enfermedades o pérdidas, pero la “carga de dar amor” es difícil de imaginar. El amor está o no está, se siente o está ausente.

Sin embargo la Biblia nos dice en 1 Juan 5:3: "El amar a Dios consiste en obedecer sus mandamientos; y sus mandamientos no son una carga, porque todo el que es hijo de Dios vence al mundo."

El amor a Dios se expresa por medio de obediencia, y obedecer lo que no nos gusta se siente como una carga muy pesada, sobre todo cuando la obediencia nos aleja de lo que creemos nos hará bien y traerá felicidad. La palabra por su parte, insiste: “… y sus mandamientos no son una carga…” (1 Juan 5:3) ; “Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros." (Mateo 11:29).

Para poder juzgar cuán pesada es una carga debemos poder compararlas con otras. El Dios y Padre amoroso sabe que la “carga” de dar un paso de obediencia no se compara con la carga del pecado y sus consecuencias.

Nosotros en nuestro rol de hijos debemos amor y entrega total a nuestro Padre y creador. Dios no desea que le obedezcamos por obligación, quién puede obligarse a amar? De qué sirve un amor obligado? Dios desea más bien que el amor que sentimos por Él nos mueva a comportarnos como hijos agradecidos, hijos que buscan agradarle. En definitiva obedecerle será siempre para nuestro propio provecho.

Si te cuesta obedecer las leyes de Dios, pídele a Él que ponga Su amor en tu c orazón, y que sea ese amor el que te colme e inunde, que sea ese amor el que inspire tu vida, que el amor de Dios te lleve más allá de lo que puedes imaginar, que te enamore de tal manera que tu corazón desee fervientemente devolverle a Él un poquito de ese amor.

El hacer Su voluntad y obedecerle pasarán a ser tal pequeñez, que no nos importará ceder, pues todo adquiere otra dimensión al ser comparado con el amor que Dios nos mostró por medio de Cristo Jesús.

“Padre, gracias por habernos hecho tus hijos. Gracias por habernos amado de tal manera, aún cuando en nuestro egoísmo te negamos el amor que te mereces. En todas las cosas dependemos de ti, hasta esto debemos venir a pedirte: Enséñanos a amarte como es digno de ti. Pon el amor de Cristo en nuestro corazón y enséñanos a amar como Tú lo hiciste. En el nombre de Jesús, AMÉN.”

Fuente: Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina

Perseveraré En Oración


” Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”
Colosences 4:2

Es muy interesante que cada vez que me encuentro con un pasaje de las Sagradas Escrituras hay algo que tiene que ver con oración. Encuentro ejemplos, o mandamientos o exhortaciones o tal vez promesas que tienen que ver con la oración. Encuentro un Jacob luchando con Dios o un Daniel quien oraba tres veces al día, un David quién con todo su corazón clamó a Dios y sobre la montaña encontramos un Elías orando al Señor, en la mazmorra un Pablo y Silas.

Yo encuentro en la Palabra de Dios multitudes de mandamientos sobre la oración y miles de promesas. Que me enseña todo esto? Sin duda me enseña las grandes reservas acumuladas para mi en la oración y por supuesto la importancia de la oración como un medio que el Señor me ha dado. Dios ha destacado en su Palabra a través de estas verdades el destino que el tiene para mi como hijo y siervo de él.

Si Dios me habla en su palabra acerca de la oración, es porque el sabe que yo necesito de la oración. Son tan profundas las reservas que Dios tiene para mi como hijo que no las podré ver en acción hasta que no llegó a ese deposito de reservas con la única llave que encaja en esa cerradura, la oración. Un alma sin oración es casi un alma sin Cristo, porque oración y Cristo están tomados de la mano.

La oración es el balbuceo de un niño creyente, el grito del creyente combatiente, es el hálito del que ya no tiene aliento, es la comodidad, la fortaleza y el honor de un cristiano. Si yo soy un hijo de Dios no podré estar tranquilo hasta no vea el rostro de mi Padre en oración.

Necesito hoy orar para ser mas santo, más humilde y más paciente. Hoy necesito orar para ser un ejemplo y bendición a otros. La orden que recibo del Señor hoy es: Perseverad en oración, velando en ella con acción de gracias.

En todas las religiones del mundo la oración juega un papel vital. La oración es como una columna vertebral dentro de las manifestaciones religiosas. En la vida cristiana la oración es como el oxigeno a los pulmones. No podremos vivir espiritualmente sin oración.

Hoy, quiero respirar el oxigeno espiritual de la oración para darle vida a mi espíritu por el Espíritu de Dios.

Señor, el libro de los libros, tu sagrada palabra me invita cada día a entrar en la sala de tu trono y al deposito de las reservas celestiales a través de la oración.

Este es un gran y único privilegio. Puedo llegar confiadamente ante tu trono y llenar mi corazón con tu gracia a través del maravilloso camino de la oración.

Gracias por preparar ese camino para mi en este día. Amén.

Fuente: Dr. Serafìn Contreras Galeano.

martes, 20 de enero de 2009

"Cómo Dios restaura"


Cuando Dios restaura a alguien, sea una familia, un matrimonio, una persona, lo que Él restaura siempre se mejora, crece, se multiplica y, sobre todo, supera el estado de “arreglado”.

Cuando Dios restaura mejora el estado anterior.

En el Nuevo Testamento restaurar se utiliza para dar la idea de algo dañado o roto que puede volver a usarse para lo cual fue diseñado; pensémoslo en relación con el pasaje de Mateo 4:21 que habla de las redes rotas.Una red rota no es útil para pescar, y restaurarlas significa que vuelven a ser de utilidad para la pesca.

Para nosotros, ser restaurados implica que volvemos a ser de utilidad en el cuerpo de Cristo. Solemos decir: “úsame, Señor, úsame para tu Reino, úsame para tu Iglesia.” Y el Señor dice,: “pero así, roto, sin restaurar, no sos útil, debes restaurarte, arregla esa red, y después volverás a ser útil en mi servicio.Cuando llegamos al Señor siempre lo hacemos llenos de barro, si nos arrepentimos, somos perdonados y comenzamos una vida nueva. Luego viene el perfeccionamiento, que no es hecho por nosotros... ni es a fuerza de obra humana sino por gracia; la gracia de Dios. Dice en Filipenses 1:6, que: “El que comenzó en ustedes la buena obra la perfeccionara hasta el día de Jesucristo”.

Jesús va a perfeccionar esto que inició en nosotros el día que llegamos a Él. La palabra dice que la perfeccionará, o sea que va a llevar un tiempo. No dice inició la buena obra y ya está todo perfecto. No es así; la palabra nos enseña que vamos siendo perfeccionados en un tiempo que, sin duda, es Su tiempo. Cuando nos convertimos a Jesucristo, vamos renunciando a ciertas cosas que no sabíamos que al Señor no le agradaban; renunciamos a confiar en las prácticas de esoterismo, adivinaciones y a todas esas cosas que el Señor abomina.

Pero, qué sucede con las conductas o sentimientos que no podemos controlar, que quisiéramos deponer, pero que no podemos cambiar como: la ira, la agresión, los malos pensamientos, el estancamiento espiritual, el autoritarismo, la amargura, las respuestas agresivas u ofensivas, y otros tantos desatinos.

Quisiéramos renunciar a esta clase de actitudes y cambiar, pero no pasa nada; entonces nos preguntamos ¿qué está pasando conmigo? ¿de dónde provienen estas reacciones? ¿habrá alguna causa que me provoque actuar así? Yo quiero agradar a Dios, quiero, realmente, poder tener una vida nueva con mi familia,… pero sigo enojándome, sigo sintiendo ira, digo palabras que luego lamento haber dicho, y entonces pregunto: ¿qué pasa, Señor, conmigo?

El Señor nos da una clave en el Salmo 19.12: ¿Quién esta conciente de sus propios errores? Perdóname aquellos de los que no estoy conciente. Podemos hacerle este tipo de preguntas al Señor, podemos pedirle estas cosas al Espíritu Santo de esta manera: “Señor, no puedo entender por qué cometo estos errores. Yo no lo sé, el Espíritu de Dios lo sabe. Líbrame de lo que yo no conozco. Ilumina, Espíritu Santo, porque yo no sé lo que pasa, pero quiero ser librado de lo que a Ti no te agrada”. El Espíritu Santo va a alumbra el lugar oscuro donde están escondidas y guardadas las cosas feas, las que quedaron ocultas, las que están tapadas.

En una oportunidad hablé del sótano de la casa de mi infancia,… al cual yo nunca quería bajar porque era oscuro,.. húmedo,. lleno de telarañas, y siempre pensaba que ahí me iba a encontrar algún fantasma,…. algún monstruo. Así es nuestro “sótano” interior, al que hay que bajar con la luz del Espíritu Santo, para ver qué hay en la parte más oscura, en la más oculta; ver qué es lo que nos hace actuar como nosotros no queremos. Debemos encontrar esas cosas misteriosas a las cuales tememos, y no obstante están en nuestro corazón. Debemos llegar de la mano del Espíritu Santo, porque es mejor hacer este recorrido con EL que ir solos.

Podemos ver cristianos que no están en pecado, que son obedientes a Dios y le aman sinceramente, pero se sienten mal. Pasan mucho tiempo en estado de angustia o tienen temores,.. ansiedad, problemas de relación en su familia: con los hijos o con los esposos; problemas de relación en los trabajos, problemas de relación en la Iglesia y entonces, ¿qué pasa?, ¿son cristianos, son obedientes, pero qué sucede? Sucede que hay sufrimientos y heridas que no los toca la conversión. Con el primer paso de la conversión no es suficiente; hay heridas profundas, sentimientos que necesitan una curación especial por parte del Espíritu.

Algunos dicen: “Bueno, si usted sigue así, y todavía está triste y no anda bien su vida, será porque no ora lo suficiente, ore más, tiene que hacer más oraciones”. En fin, alabado sea el Señor si podemos orar más, pero con orar más, tampoco alcanza.

Otros dicen: “Lo que pasa es que usted no tiene fe, por eso las cosas no le van bien, tiene una fe muy débil”.

O peor aún, se les crean demonios por todos lados: demonio de tristeza, demonio de angustia, demonio de depresión, y esto provoca mayor desilusión, porque no pueden entender los errores ocultos, se sienten aún más afligidos, terminan creyendo que realmente no están orando bien o que están poseídos.

Hay una enorme cantidad de personas que aman al Señor, que conocen las Escrituras y, no obstante, no pueden evitar aquello que hacen, dicen o piensan, como mentir,… tener ataques de ira o ser muy críticos de los demás. Pablo en Romano 7:15 expresa claramente esta situación cuando dice: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco”.“Yo no quería tratar a mis hijos de la misma manera que lo hicieron conmigo... Es algo que aborrezco, pero lo hago”. “Yo no quiero para mi matrimonio la misma relación que tuvieron mis padres, pero no entiendo por qué razón voy en camino a hacer exactamente lo mismo”.

Estas son algunas expresiones de este fenómeno que parece incontrolable e inexplicable.Romanos resume esto que a veces les sucede a las personas, que no entienden por qué siguen viviendo cosas desagradables y siguen sintiendo emociones que no les gustaría sentir; por qué no se pueden llevar bien con los demás; por qué no pueden tratar mejor a las personas; por qué viven en un estado de ansiedad permanente.

Pero hay Buenas Nuevas. El Espíritu Santo es capaz de develar esta situación, si se le permite llegar al interior, a los recuerdos, a las emociones sin oponer resistencia. Tiene que llegar a su interior, tiene que tocar sus recuerdos, tiene que alcanzar sus emociones.Si las heridas del alma no reciben tratamiento adecuado, se infectan, se inflaman, provocan más dolor; enferman el espíritu, contaminan al resto, se dispersan y contagian a otros.

Una restauración se produce luego de una -a veces dolorosa- remoción. Hay que estar dispuesto y dejar que Dios remueva lo que infecta nuestra vida. Tantas veces una muela –cuya raíz está infectada- tiene como solución la vía “incomoda” de ser extirpada para que no vuelva a molestar ni a contaminar al resto.

Es cierto que, por temor al “tirón” o al hecho mismo de perder la muela, buscamos paliativos que son soluciones momentáneas. En lo espiritual, esos paliativos suelen ser actos de religiosidad o sobre esfuerzos o “buenas obras” que puedan compensar lo que “hacemos y no entendemos”.

Las heridas del corazón no hay que taparlas, tenemos un Dios que no nos avergüenza. Delante de Dios podemos poner todo tal cual está, pero lo que no hay que hacer es tratar de tapar, decir: “Bueno, yo siento esto pero no, mejor dejémoslo. No hablemos del asunto. Prefiero no hablar. Esto es horrible. Mejor no acordarse”.

Cuando una persona puede recordar en paz, cualquier cosa que le haya pasado en su vida, aún lo desagradable, es porque ha recibido sanidad, porque ha podido perdonar, porque está en paz. Pero cuando alguien, para poder hablar de su vida, de su historia, tiene que dejar espacios en blanco que son innombrables, que son “irrecordables”, es porque ahí algo pasó. Y hay que llegar con el Espíritu Santo para que nuestra vida, nuestra historia sea tal, que podamos asumirla; podamos saber que hemos sido de determinada manera, que hemos conocido al Señor, que hemos tenido una familia en la que nacimos, que nos ha pasado tal o cual cosa.

Si no podemos dar testimonio de que, aunque hayamos sufrido, el Señor nos permite tener paz en nuestra vida, no le estamos siendo útil al cuerpo de Cristo.Si vamos al médico porque tenemos una infección en el oído o en la garganta, es muy probable que el médico nos dé un antibiótico y diga: “Usted debe cumplir con el tratamiento. No se trata de que tome una pastilla y ya está curado. Puede llevar siete o diez días de antibióticos, no los interrumpa, para que pueda ser sanado”.

Esta clase de curación es la del Espíritu Santo. Nos dice: “Llegaste a mí, con esta herida, empecé a tratarla, deja que siga tratando, no huyas, no la tapes, con el solo hecho de que yo haya empezado a tratar esta parte de tu vida o este recuerdo, no quiere decir que ya estés sanado. Vas a iniciar un proceso en el cual yo te voy a ir sanando.”

Pero por lo general, todos actuamos ansiosamente y queremos ¡ya!, ¡rápido!, ¡ahora!, una solución inmediata, un píldora y, sin más trámite, estar bien. Una oración y me sanaron de las heridas de toda mi vida. Y el Espíritu Santo dice que él nos perfeccionará.

La Sanidad Interior va a actuar gradualmente, la obra de sanidad que Dios hace en la vida de sus hijos es un proceso. Hay que esperar. A veces no es fácil, pero hay que esperar. Dejar que el Señor haga su obra. Muchas personas no dejan que Dios sea Dios.

Le voy a compartir algo que pasa muy frecuentemente por si a usted también le ocurre. Es muy común que los padres tengan luchas con los hijos; en la consejería pastoral le sugerimos a los padres que entreguen ese hijo al Espíritu Santo, que lo pongan en las manos del Señor y oren por él cada día: “Señor, te dejo obrar en esto que yo no puedo. No puedo manejar lo que está haciendo mi hijo. Señor te lo doy. No quiero estar ansioso sobre él todo el día preguntándole qué hizo, con quién estuvo, dónde estuvo, qué pasó, por eso, te lo entrego a ti.”

Es cierto que hay hijos que están comprometidos con cosas peligrosas, pero los padres deben día a día librar la batalla espiritual en oración y dejar que el Señor los cuide. Sin embargo, esto no parece ser un trámite sencillo. A veces, los papás y las mamás no terminan de confiarle sus hijos al Señor y quieren estar controlándolo todo.

Hace un tiempo atrás hablaba con la madre de una joven que había estado con una depresión muy grave. Por mucho tiempo recibió tratamiento, y por supuesto, fue sanada; el cuadro grave de la depresión había pasado, pero cada vez que esta joven suspira o se entristece por algo, su mamá se pone tan ansiosa y tiene tanto miedo de que vuelva a enfermar, que quiere controlar cada gesto de su hija.

Esta actitud de la madre es totalmente contraproducente para la joven, la hace sentir insegura y termina deprimiéndose. En confianza, pude preguntarle a esta mamá, que era una fiel cristiana, cuándo le iba a entregar su hija al Espíritu Santo y cuándo iba a dejar de controlarla para que la controlara Él. Y ella me respondió: “Tantas veces se la di”. Si tantas veces tuvo que dar a su hija al control del Espíritu Santo, quiere decir que muy convencida no lo hizo ninguna.

La cuestión aquí es si controla Él o controla usted. Él tiene el control o lo tiene usted. Lo deja obrar a Él o usted se mete en el medio con su ansiedad, intentando hacer algo que no ha podido lograr en bastante tiempo. Si le pidió a Dios por su hijo y se lo entregó a Él, déjelo que Él actúe.

A veces nos ponemos tan ansiosos que no dejamos que el Espíritu Santo cumpla su obra. A veces nos ponemos en el medio y entorpecemos las cosas, porque estamos siempre apurados, queremos ver ese resultado ya, y esto habla de una confianza floja en el Señor. Jairo llamó a Jesús, recurrió a Él, y dejó que Él obrara. Jairo era un padre que tenía confianza, que tenía fe en el Señor, y no se metió en el medio a decirle a Jesús nada sobre lo que pasaba. En cambio, dejó obrar a Jesús, y su hija fue restaurada.

Esta es la actitud que nos pide el Espíritu Santo. Una vez que Dios inicia la obra en su vida o en la de un ser querido, debe dejarlo obrar a Él.Hasta aquí cargó con esto, y no pudo solucionarlo. Ahora déjelo obrar a Dios. Deje que Él sea Dios.

Amén

Por Horacio Latté

lunes, 19 de enero de 2009

Cuando somos un milagro


Conducía de vuelta a casa alrededor de las cinco, tras de una reunión, atascado en el tráfico del Bulevar Colorado, cuando el auto comenzó a fallar y se apagó a duras penas pude empujarlo, maldiciendo, a una estación de gasolina, contento solamente de no estar obstruyendo el tráfico y que tendría un lugar más tranquilo para esperar la grúa. Ni siquiera se podía enderezar.

Antes de que pudiera hacer la llamada, vi a una mujer saliendo de la tienda de conveniencia que pareció resbalarse sobre el hielo y cayó sobre un dispensador de combustible, por lo que me levanté y fui a ver cómo estaba.

Cuando llegué donde estaba, parecía más bien que había sido más sobrecogida por el llanto que por la caída; era una joven mujer que se veía bastante desaliñada con ojeras alrededor de sus ojos. Dejó caer algo cuando la ayudaba a levantarse y lo recogí para dárselo. Era una moneda de cinco centavos.

En ese momento, todo quedó claro para mí: la mujer llorando, la antiquísima camioneta repleta de cosas con tres muchachos en la parte de atrás (uno en un asiento del auto), y el dispensador de combustible leyendo $4.95. Le pregunté si todo estaba bien y si necesitaba ayuda, a lo que ella seguía diciendo: "No quiero que mis hijos me vean llorando", así que nos paramos al lado opuesto del dispensador a su auto.

Ella dijo que conducía hacia California y que las cosas estaban muy duras para ella en ese momento. Así que le pregunté: "¿Y está orando?" Eso la hizo alejarse de mí un poco, pero le aseguré que no era un loco y le dije: "Él la oyó y me envió".

Saqué mi tarjeta de crédito y la pasé por el lector de tarjetas para que pudiese llenar el tanque de su auto, y mientras cargaba el combustible, me dirigí al McDonald's de al lado y compré dos grandes bolsas de comida, algunos certificados de regalo por más, y una gran taza de café.Ella le dio la comida a los muchachos en el auto, quienes le cayeron como lobos, y nos quedamos parados junto al dispensador comiendo papitas fritas y conversando un poco.

Me dio su nombre y compartió que vivía en Kansas City. Su novio la había abandonado hacía dos meses y no había podido arreglárselas sola. Sabía que no tendría dinero para pagar la renta el 1 de enero por lo que, finalmente, había llamado a sus padres, con quienes no se había comunicado en cinco años. Ellos vivían en California y le dijeron que podía mudarse con ellos y comenzar de nuevo allá. Así que empacó todo lo que poseía en el auto. Le dijo a los muchachos que se iban a California para Navidad, pero no que se mudaban para allá.Le di mis guantes, un breve abrazo y dije una rápida oración a su favor por seguridad en el viaje.

Al dirigirme a mi auto, ella dijo: "Así que, es Ud. un ángel o algo parecido?" Eso, definitivamente, me hizo llorar. Le dije: "Querida, para esta época, los ángeles están muy ocupados, así que a veces, Dios utiliza a gente normal".Fue tan increíble ser parte del milagro de alguien. Y, por supuesto, como pueden imaginarlo, cuando me subí a mi auto, encendió de una vez y me llevó a casa sin problema alguno.Lo meteré al taller mañana para revisarlo, pero sospecho que el mecánico no hallará problema alguno con él. Algunas veces los ángeles vuelan tan cerca de uno que podemos escuchar el batir de sus alas...

Nunca dejes de creer en Dios y en los milagros que él hace. Sobre todo no menosprecies la oportunidad de ver cuando Dios te convierte en un milagro para otros. Hoy podría ser uno de esos días.

Dios hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos. Deuteronomio 6:22

De las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa y el brazo extendido con que el Señor tu Dios te sacó; así hará el Señor tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia tú temieres. Deuteronomio 7:19

Prefiero recordar las hazañas del Señor, traer a la memoria sus milagros de antaño.Salmo 77:11

Simple religión o verdadera relación con Dios


¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.
1 Corintios 1:20-21

Dos viajeros llegaron temprano a la estación y escogieron los mejores asientos en el último vagón del tren parado en el andén. Estaban conversando animadamente cuando un empleado vino a pedirles que fueran en seguida a la parte delantera del tren. –¿Qué le falta a este vagón?, preguntaron ellos. –Nada, repuso el empleado con una sonrisa algo socarrona, simplemente no está enganchado al resto del tren.

Este es el problema de tantas teorías y vanas creencias de las cuales se apodera el espíritu de los hombres: no llevan a ninguna parte. El que desee viajar hacia un porvenir seguro debe asegurarse de que el vagón esté enganchado al tren.

“Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21). Esta es la afirmación divina que nos permite enfocar el fin del viaje con toda seguridad.

Pero decir que uno es cristiano porque ha sido bautizado, porque ha seguido los ritos de la religión que más le convenía, es tomar un lugar en el vagón que nunca le llevará a buen destino.

¿En quién ponemos nuestra confianza para asegurar nuestro porvenir y eterna felicidad?

El único vínculo que puede unirnos a Jesús el Salvador es la fe en él y en su obra en la cruz, donde pagó nuestra deuda. A aquellos que creen en él les da vida eterna. “El que cree en el Hijo (de Dios) tiene vida eterna” (Juan 3:36).
Fuente: LaBuenaSemilla.net

Debemos dar fruto


¿Por qué tantas religiones?


Todos los dioses de los pueblos son ídolos;pero el Señor hizo los cielos.
Salmo 96:5.

Sólo hay un Dios, el Padre,del cual proceden todas las cosas,y nosotros somos para él.
1 Corintios 8:6.

En realidad las religiones no son tan numerosas como se cree.

Si las despojamos de sus ornamentos culturales muy variados (y a veces suntuosos), aparecen tres grandes clases: el politeísmo, el panteísmo y el monoteísmo.

Los seguidores del politeísmo adoran a muchos dioses.

El panteísmo es una filosofía según la cual todo lo que existe se identifica con Dios. Sus seguidores divinizan la naturaleza y reemplazan al Creador por lo que él creó. Ejemplo: el sol era el dios Ra para los antiguos egipcios.

Y hoy día, el que sólo cree en la Ciencia, en realidad atribuye el lugar de Dios a la materia y a las leyes científicas. De hecho, es negar el testimonio que la creación da del Dios único: “las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20).

El monoteísmo reconoce la existencia de un único Dios, quien es una persona y no una influencia ni una simple potencia. En la antigüedad, el monoteísmo sólo fue atestiguado por los hebreos. La Biblia revela al Dios que creó todo y ante quien los hombres son responsables.

Volvamos, pues, a ella, la única revelación que el Dios único ha dado de sí mismo, primero por medio de los profetas y luego por Jesucristo, su Hijo unigénito. Confiemos en el único Dios que ella revela.

Para aquel que cree en el único Dios, en definitiva sólo hay dos actitudes posibles: la que dice: –Haz lo que es agradable a Dios y en compensación recibirás la bendición que él te deberá dar; y la que dice lo contrario: –Empieza por recibir lo que Dios quiere darte y luego podrás hacer lo que le debes. La primera es la religión del hombre: «doy para que des»; la otra se apoya únicamente en la gracia divina, que da sin exigir nada a cambio.

Cuando comprendo que Dios juzgará toda mi vida, procuro hacer lo que a mi parecer debe agradarle: buenas obras asociadas con práctica religiosa. Y me imagino que el bien que quiero hacer compensará el mal que he hecho, ¡o que por lo menos moverá a Dios a la indulgencia! Este razonamiento es erróneo desde el principio. El bien nunca compensará el mal. Por mis méritos nunca podré alcanzar la santidad que conviene a la presencia de Dios.

Pero la Biblia invita a aquel que se reconoce pecador ante la santidad de Dios a recibir gratuitamente su perdón. Para darme la vida, Dios se valió de su autoridad de Creador. Para ofrecerme su justicia, dio a su propio Hijo a fin de que cargara con todos mis pecados. Sólo debo aceptar su gracia y recibir a Jesús en mi vida. Después me siento impulsado a obedecerle y a hacer el bien, no como un deber, sino como un privilegio.

El hombre no es justificado por las obras de la ley,sino por la fe de (en) Jesucristo.
Gálatas 2:16.

Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Efesios 2:8-9.

Fuente: LaBuenaSemilla.net

viernes, 9 de enero de 2009

El fumador de Biblia


Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:16

El versículo de la fecha resume en pocas líneas una importante verdad bíblica, que alguien llamó «el corazón de la Biblia». Innumerables personas que leyeron u oyeron estas impresionantes palabras fueron llevadas a reflexionar. Y no sólo esto: dicho versículo dio a muchos el impulso necesario para obtener una fe viva en el Señor Jesucristo.

Esto ocurrió por ejemplo con un africano que no tenía interés en la Palabra de Dios. Cuando un creyente propuso venderle un Nuevo Testamento, él lo rechazó; y cuando quiso regalárselo, él contestó: –Si usted me da ese libro, utilizaré sus páginas para enrollarlas y hacer cigarrillos.

Con sorpresa oyó esta propuesta por parte del evangelizador: –Entonces prométame por lo menos leer las páginas antes de fumarlas. El hombre estuvo de acuerdo, tomó la Biblia y desapareció.

Años más tarde este africano, "el fumador de Biblia", narró en un congreso cristiano: –Fume a Mateo, luego a Marcos y después a Lucas. Pero cuando llegué al capítulo 3 de Juan, no pude seguir fumando y mi vida cambió por completo. La buena nueva del versículo 16 lo había conmovido… y luego, él mismo predicó la buena nueva del amor de Dios y de la salvación por Jesucristo.

El antiguo fumador de Biblia fue uno de los numerosos seres humanos que hallaron a Dios por medio de este versículo.

¿Quieres fumar de la Biblia o prefieres beber de sus refrescantes aguas de vida?

Fuente: LaBuenaSemilla.net

¿Qué actitud adopta frente a la Biblia?


En 2 Crónicas 34 leemos cómo durante los trabajos de restauración del templo de Jerusalén, más de 600 años antes de Jesucristo, un sacerdote volvió a encontrar el libro de la ley dada por medio de Moisés y lo hizo llevar al rey. Éste quedó estupefacto al enterarse de los juicios que iban a caer sobre la nación infiel a su Dios. La situación era crítica. El rey reunió al pueblo, desde el más grande hasta el más chico, para que se les leyeran en voz alta todas las palabras del libro. Se humillaron por su pecado y pidieron la protección divina. Dios suspendió el juicio por un tiempo.

Algunos años más tarde en Jeremías 36, otro rey rasgó con un cortador el libro que el profeta le había hecho entregar y lo echó en el fuego del brasero que se hallaba en la habitación. Con este gesto irreflexivo y provocador el rey pensaba escapar de los juicios anunciados, que empezaron a ser ejecutados en su tiempo por el rey de Babilonia (2 Reyes 24 y 25).

Existen dos actitudes posibles frente a la Biblia:

La primera es la fe.- se cree que es verdaderamente la Palabra de Dios. Entonces uno se arrepiente y se coloca bajo la autoridad del Señor y de sus palabras.

La segunda es el rechazo o la indiferencia.- Rechazar el libro de Dios es despreciar a Dios mismo. La actitud de una persona frente a la Escritura condicionará su vida entera… y decidirá dónde pasará la eternidad.

¿Qué actitud tienes o tendrás en adelante con respecto a la Biblia?

Fuente: LaBuenaSemilla.net

martes, 6 de enero de 2009

Atenderé El Llamado de Adoración.


Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor.Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.
Salmo 95:6-7

Gracias a Dios por los últimos vientos de adoración que han soplado sobre la iglesia para llevarla a una nueva dimensión en lo que a la adoración se refiere. Sin embargo en medio de tan hermosa experiencia, tenemos una racional disposición a enfatizar nuestro derecho a adorar en “nuestra propia manera”.

Mientras me muevo en el agradecimiento por la libertad de adorar que ahora he adquirido, puedo perder hechos esenciales acerca de la verdadera adoración. El Salmo 95 me está llamando a la adoración y ese Salmo no me habla nada acerca de mis derechos, al contrario, enfatiza mis deberes en imperativos como: “Postremonos” “Adoremos”.

Se que cuando la Biblia habla de postrarnos y arrodillarnos, está hablando más allá de una simple postura física, en realidad está enfocando el hecho de rendir nuestra voluntad y nuestros caminos a él. Esa actitud reconoce la grandeza y majestuosidad de la autoridad de Dios. En la adoración como en el diario vivir, quiero rendir toda mi vida al Señor se señores.

Hoy entiendo que una vez que escojo al Dios viviente como mi Dios, yo le rindo mis derechos de adorarlo a mi manera, para hacerlo a la manera de él. En la verdadera Adoración yo no puedo escoger la forma que más me gusta y que más me hace sentir feliz, más necesito entender como él me está guiando u cómo él me está dirigiendo.

La adoración verdadera que Dios busca de mi hoy, comienza en el corazón , va luego a la mente y a las emociones, toca mi cuerpo, pero regresa al corazón. Si mi adoración hoy a él comienza en mi mente o en mis emociones o meramente satisface mi cuerpo con el ritmo y la cadencia de la música entonces comenzó en el lugar equivocado y hoy quiero que mi adoración comience en mi corazón y finalice en mi corazón.

Lo que comienza en el corazón termina bien, pero lo que comienza en la carne siempre termina mal.

Por eso el Señor dijo : “Lo que es nacido de la carne, carne es..pero lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es”. En esa adoración hoy me quiero mover.

Señor, Gracias por darme la oportunidad de hoy llegar ante tu trono con un corazón dispuesto a la genuina y verdadera adoración. Señor, entiendo que en esto de adorarte, no tengo el derecho de escoger mis propios gustos para hacerlo. Tú me diriges, tú quieres mostrarme el camino real y verdadero en la verdadera adoración. En esa adoración tu tocas mi corazón y esa adoración comienza en mi espíritu y en mi corazón.

Señor incrementa mi deseo de adorarte en espíritu y en verdad. Amén.

Fuente: Dr. Serafin Contreras Galeano.
www.serafincontreras.com

Entender Lo que Significa Tener al Espíritu Santo.


Y aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, andadas las regiones superiores, vino á Efeso, y hallando ciertos discípulos, Díjoles: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo después que creísteis? Y ellos le dijeron: Antes ni aun hemos oído si hay Espíritu Santo.
Hechos 19.

Qué significa realmente tener al Espíritu Santo dentro de mi?

Tener al Espíritu y ser lleno de él, significa rendir completamente cada área de mi vida al señorío de Jesús. No mantener o reservar nada para mi. Darle a él todas las llaves de las puertas de mi vida. No tener espacio para la hipocresía.

En el camino cristiano no se puede regatear con Dios.

Yo no puedo decirle a Dios, Señor, yo te daré tal área si tú me das tal bendición o regalo. No puedo negociar el camino de santidad con Dios.

En la medida en que obedezco a Jesús y le permito a él tener absoluto control en mi vida, en esa medida seré lleno del Espíritu Santo. Dios entonces continuará expandiendo mi capacidad para ser lleno para el resto de mi vida, produciendo más y más de su carácter en mi y multiplicando los frutos del Espíritu en mi.

El proceso de ser lleno del Espíritu es un proceso sin fin, nunca termina acá en la tierra. Yo nunca podré medir las profundidades del amor de Dios. Nunca me cansaré de disfrutar de su frescura que suple todos los recursos de mi vida.

No hay altura, ni profundidad, ni límite a cuán profundamente yo puedo crecer en Cristo. Su Espíritu continuará extendiendo sus límites y horizontes en mi. Esta es la razón por la cual la gente verdaderamente santa, rara vez es gente aburrida. Con el Espíritu Santo morando en mi, siempre habrá sorpresas y nuevas experiencias.

Pablo al encontrar ciertos discípulos les hizo una interesante pregunta: Habéis recibido el Espíritu Santo? Ellos respondieron, ni sabíamos que había Espíritu Santo. Ellos fueron introducidos en una nueva experiencia y sus vidas fueron nuevamente sorprendidas por el Señor.

Hoy quiero ser sorprendido nuevamente por el Señor y abrirme para que el Espíritu Santo haga en mi y a través de mi lo que él quiera. No hay límites para la operación del Señor por su Espíritu en mi vida. Solo los límites que yo mismo pueda poner.

Señor. Gracias por tus bondades. Gracias por tus misericordias. Cuan infinito es tu amor. Se que caminando contigo y en obediencia mi vida siempre estará llena de sorpresas. Quiero abrirme totalmente a la operación de tu amor y la obra gloriosa de tu Espíritu. Grande eres oh Señor. Digno de ser alabado y glorificado.

Hoy levanto mi mirada al cielo y al contemplar los cielos puedo decir, cuán grande es tu nombre oh Dios. Amén.

Fuente: Dr. Serafìn Contreras Galeano.
www.serafincontreras.com

Lámpara a mis pies


Jesús el nombre que salva y congrega


(María) dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús,porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Mateo 1:21.

En ningún otro hay salvación;porque no hay otro nombre bajo el cielo,dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Hechos 4:12.

Un nombre que salva. A menudo se oye decir que todas las religiones son buenas y que los que las practican sinceramente serán salvos.

La Biblia afirma lo contrario: “En ningún otro hay salvación”, sino en Jesús (Hechos 4:12).

El Señor mismo declaró: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Él no es, pues, un camino entre otros, sino el único camino para ir al Padre.

Quien se reconoce un pecador perdido y cree en Él, será salvo. No existe otro medio de salvación.

Un nombre que congrega. El Señor Jesús también se presenta como centro de reunión para quienes ha salvado. Él mismo declaró: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

El día de la resurrección, en la noche, Jesús vino a sus discípulos, y les dijo: “Paz a vosotros”. Luego les mostró sus manos y su costado traspasados en la cruz, manifestación de Su amor por ellos. ¡Qué gozo para ellos ver al Señor! (Juan 20:19-20).

Hoy en día, dos mil años después, los creyentes reunidos alrededor de él experimentan el mismo gozo, aun cuando a veces sólo dos o tres se hallen congregados en un mismo lugar. Juntos comprenden que la presencia del Señor es la razón de ser de la reunión y es la que le da todo su valor.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

viernes, 2 de enero de 2009

¿Cómo crecer espiritualmente en el nuevo año?


Es alentador recordar que, desde la perspectiva divina todos somos una obra en curso.

Más estimulante todavía es tener presente que el Señor desea vernos progresar al máximo y que hará todo lo posible para que así sea. Nos ayudará en la medida en que le demos oportunidad de hacerlo.
Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros -dice el Señor-, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Jeremías 29:11

A continuación, cinco consejos para crecer y madurar espiritualmente con la ayuda de Dios:

#1 Incluye a Dios en la toma de decisiones.
Desde niños aprendemos por medio de la instrucción que nos dan nuestros padres.
De igual modo, crecemos espiritualmente en la medida en que aprendemos a seguir las instrucciones de Dios, en que acudimos a Él en oración y aplicamos los principios espirituales de Su Palabra a nuestras decisiones.

#2 Ejercita tu Fe.
Así como la experiencia enseña mucho, pues sufrimos las consecuencias de nuestras decisiones erróneas y vemos premiadas las acertadas, nuestro crecimiento espiritual se acelera cuando nuestra fe es puesta a prueba y tomamos conciencia de que en ella se encuentra la solución a los problemas de la vida.

#3 Bríndate a los demás.
Al olvidarnos de nosotros mismos y dedicarnos a satisfacer las necesidades de los demás y a hacerlos felices, nos convertimos en conductos de amor de Dios para esas personas.
Así, en la medida en que nos entregamos al prójimo, Dios nos reabastece.
Al que reparte, le es añadido más…
El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros, también él será saciado. Proverbios 11:24a-25
Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. Lucas 6:38

#4 Reconoce tus puntos flacos y esfuérzate por superarlos.
Todos tenemos aspectos en que podemos mejorar.
Se trata de un hecho general que la mayoría de la gente acepta sin mucha oposición.
La cosa se pone más difícil cuando identificamos nuestras debilidades, y en particular cuando intervienen otras personas.
Reconocer nuestras flaquezas nos resulta embarazoso aunque lo hagamos en privado o a solas con Dios.
Pero cuando somos capaces de admitirlas humildemente ante los demás y nos mostramos dispuestos a que nos ayuden -con consejos, recordatorios y oraciones-; es como si tomáramos el carril más rápido para crecer espiritualmente.

#5 Acepta nuevos retos.
Dada la naturaleza humana, es fácil encasillarnos a nosotros mismos y limitar lo que somos capaces de hacer, sobre todo al ir entrando en años.
El problema es que con esa actitud se anquilosa nuestro crecimiento. Cuando nos cerramos a considerar nuevos datos y nuevas ideas, dejamos de crecer intelectualmente.
Al aislarnos, dejamos de crecer emocionalmente. Y cuando nos mostramos poco dispuestos a aceptar nuevos retos, dejamos de crecer intelectual, emocional y espiritualmente.
Como dijimos antes, somos una obra en curso y solo crecemos en la medida en que seguimos haciendo progresos. Pero para progresar hay que fijarse nuevos objetivos.

En este año entrante Dios puede ayudarte a ser más como quieres ser.
Mejor aún: Él puede ayudarte a ser más como Él quiere que seas.
Si haces tu parte, Él te ayudará a progresar paso a paso, pues Él te ama.

Texto basado en Cinco consejos para crecer espiritualmente, artículo de Samuel Shoomaker.