martes, 23 de febrero de 2010

Principios – Valores – Moral

Cuando se habla de principios, valores o moral, generalmente se piensa que son la misma cosa pero con diferentes nombres; simplemente sinónimos. En el ámbito de iglesia, se nos enseña que nuestra vida debe ser congruente con los principios, valores y moral de Dios. Si bien es cierto que principios, valores y moral tienen mucho que ver entre sí, y son determinantes en la vida del ser humano, en su relación con Dios y con su prójimo (familia, sociedad, iglesia), no son realmente sinónimos.

Principio: Es una regla, norma u ordenanza. También puede ser una ley o estatutos, por los que se nos recomienda regirnos. Para beneficio propio y común. Los Diez Mandamientos, por ejemplo, son principios (ordenanzas) dictaminados por Dios. Las parábolas de Jesús encierran princ ipios que caracterizan la vida del Reino. La vida de quien vive bajo el reinado de Dios. Los principios son la base de un proyecto o propósito.

En otras palabras, para que un proyecto o propósito llegue a su realización debe considerar principios (reglas) específicos, que deben ser cumplidos fielmente por quienes consideran vivir o adoptar dicho propósito. El propósito de Dios con su pueblo, a través de Sus Ordenanzas (principios), fue hacer de ellos una nación ejemplar y digna de imitar. El propósito de Jesús, además del plan de redención, fue enseñar y demostrar que, con su ayuda, es factible vivir en los principios dictaminados por Dios, su y nuestro Padre.

Valor: El valor no es otra cosa que un principio valorado. ¿Por quién?, obviamente por el individuo. Dios nos ha dado la facultad de escoger y decidir libremente. Jesús, lo reitera con el siguiente argumento: “el que tenga oídos, que oiga”.

Aquí, dos ejemplos. Si para ti el principio “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (octavo Mandamiento) es importante, porque también es importante que nadie hable mentiras de ti, entonces lo vas a valorar y por consecuencia practicar. Otro ejemplo; “La parábola del deudor” (Mateo 18:23-35). Si para ti el principio del perdón es importante, lo vas a valorar y practicar. No solo perdonando, sino también pidiendo perdón todas las veces que sea necesario.

Moral: Se define como moral al conjunto de valores que, en definitiva, dictaminarán la conducta de la persona.
Existen personas, que determinan su vida (conducta) en base a valorar sólo ciertos principios y otros no.Son como los que se inscriben en un club deportivo, por ejemplo, pero no aceptan o rehúsan pagar las cuotas estipuladas en los estatutos. Sin embargo exigen ser tomados en cuenta y figurar.El reproche “y con qué moral”, de aquellos que cumplen con todos los requisitos, es más que justificado.

Amigo, amiga; el Evangelio es un estilo de vida, un proyecto diseñado por Dios, para nuestro beneficio (individual- y colectivo), cuyos principios se encuentran revelados en Su Palabra; La Biblia.Nuestro deber es descubrirlos, darles el valor que se merecen y hacerlos vida en nuestra conducta diaria.Solo así, glorificaremos a Dios.

Juan 15:8 “Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.”

Gálatas 5:22 “ …,el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio…”

Nuestra conducta debe reflejar “la moral de Dios” pues, la semejanza con Dios, con la que fuimos creados, debe manifestarse en nuestra moral (conducta).

Velemos para que nadie, y mucho menos satanás, nos reproche “y con qué moral”.

Fuente:Equipo de colaboradores del Por tal de la Iglesia Latina

Respuestas claras

Así ha dicho el Señor: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte.
Jeremías 21:8


Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas.
Deuteronomio 30:19

Existen preguntas insolubles para la inteligencia humana, las cuales sin embargo tienen una importancia capital. Sólo Dios puede contestarlas, y lo hace en su Palabra. Aquí están dos ejemplos:

1° ¿Cómo pueden los seres humanos, siendo todos pecadores y merecedores de una justa condenación, ser perdonados de manera que estén en paz con el Dios santo?– Creyendo en Jesús, quien hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20).

2° ¿Qué ocurre después de la muerte?– Sólo Dios puede responder, y lo hace. La Escritura distingue dos clases de hombres: los que han creído en Jesucristo y los que permanecen incrédulos; ahí reside toda la diferencia, que es capital, por cierto.

El alma de los primeros se va junto a Jesús, en el reposo, mientras espera la resurrección de vida. Para los demás, por desgracia, no hay más esperanza de salvación, sino la trágica certeza de una eterna condenación (Lucas 16:25-26).Algunos quisieran tener más detalles, más variedad en las opciones ofrecidas.

Pero Dios es soberano, y ningún pensador o filósofo le impondrá su sistema. Él reveló esto porque es el Dios Salvador que nos ama y nos llama a escoger “la vida”, creyendo en Jesucristo. Tal es el amor de Dios: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36).

Fuente:LaBuenaSemilla.net

¡Nada de Obligaciones!


Cada uno hacía lo que bien le parecía. Jueces 21:25.

He aquí que el temor del Señor es la sabiduría,y el apartarse del mal, la inteligencia. Job 28:28.

Vivimos en una sociedad que tolera casi todo. Para tener la conciencia tranquila, se empieza por negar la existencia de Dios. La conclusión lógica de ello es que ya no hay que rendir cuentas a nadie. Así, todo está permitido, mientras la justicia humana no tenga que inmiscuirse. En base a esto, cada uno hace como quiere.

Libertad, ésta es la divisa de hoy en día: «Nadie tiene el derecho de decirnos lo que debemos hacer o no hacer. No queremos que se nos obligue». Esta filosofía permisiva es enseñada y aceptada abiertamente en nuestros días. Sin duda es una de las causas del caos moral en el cual vivimos.

¿No es esto lo que falsea todas las relaciones entre marido y mujer, padres e hijos, en las escuelas y en la sociedad? Cada uno hace lo que quiere, sin tener en cuenta a nadie, aunque luego tenga que negociar los conflictos.

Por desdicha aun los creyentes pueden ser contaminados por ese azote social. Tengamos cuidado. Para todos aquellos que quieren agradar a Dios, la Escritura permanece como autoridad absoluta para amoldar su conducta. Es posible resistir y permanecer firmes en medio de este desorden.

La obediencia a la Palabra de gracia dada por Dios y la oración expresada con real humildad son los recursos para vivir “en este siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:12)… contra corriente. “Enséñame a hacer tu voluntad” (Salmo 143:10).

Fuente:LaBuenaSemilla.net

jueves, 4 de febrero de 2010

La Gloria del Señor


Aclamen a Dios


La vidriera protegida

(Jesucristo dijo:) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Mateo 24:35


Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
Hebreos 3:7


Durante los intensos bombardeos que azotaron a Varsovia en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, todas las vidrieras de una librería cristiana se hicieron pedazos. Todas, salvo una: la que llevaba la siguiente inscripción: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

Esta declaración del Señor Jesús, hecha a sus discípulos casi veinte siglos antes, era así renovada para todos los que pasaban frente a dicha librería devastada durante ese período dramático.

A aquel que hasta entonces había descuidado las advertencias de Dios, este versículo del Evangelio le recordaba la urgencia de aceptar a Jesús como su Salvador personal, antes de que tuviera que entrar en la eternidad, lo que podía producirse en cualquier instante.

A aquel que había dado el paso de la fe y por eso había recibido el perdón de Dios y la certeza de la vida eterna, ese Dios lleno de solicitud le recordaba que él seguía siendo el Dios soberano, todopoderoso, capaz de protegerlo, como lo había hecho con esa vidriera.

También le recordaba que si su vida terrenal llegaba a su fin, Dios estaría a su lado durante ese pasaje hacia una vida infinitamente mejor, y que podía apoyarse en las promesas divinas como por ejemplo las del Salmo 23.

Cualesquiera sean las circunstancias de nuestra vida, estemos seguros de que los planes de Dios y sus promesas se cumplirán. Él merece toda nuestra confianza. Amén.

Fuente:LaBuenaSemilla.net