viernes, 28 de enero de 2011

¿En qué apoyarse?


(Jesús dijo:) Cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
Mateo 7:26-27

No es necesario ser arquitecto para darse cuenta del peligro que acecha al hombre “insensato” en esta parábola de Jesús. Quizás empleó mucha energía en construir esa casa, convencido de que un fervoroso trabajo sería la mejor garantía.

Pero, ¿en qué consiste la prudencia de la que Jesús nos habla? Él nos invita a estar atentos a Su enseñanza. No sólo debemos escucharla, sino también creerla y ponerla en práctica. Esto es básico para conocer nuestra situación ante Dios, su justa ira hacia seres corrompidos y rebeldes, pero también su inmenso amor que quiere salvarnos y cambiar nuestra vida. Recibir su mensaje es la única manera de tener una relación personal con Dios. Ése es el buen fundamento, pero nuestra vida cotidiana, nuestra esperanza, ¿dependen de esta relación con él?

Cada uno debe preguntarse y responder sinceramente: ¿Sobre qué fundamento construiré mi vida? ¿Podrá soportar las tormentas? Y si los cimientos son sólidos, ¿edificaré con material malo? ¿Estoy realmente atento a la Palabra de Dios? ¿Soy un asiduo lector de la misma y la obedezco para ponerla en práctica?

¡Instalémonos en la roca, pues se trata de una decisión capital! Escuchemos estas sabias palabras provenientes del Evangelio, y dejémonos instruir por ellas cada día.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

miércoles, 26 de enero de 2011

El lenguaje de la naturaleza



Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
Salmo 19:1

Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que (los hombres) no tienen excusa.
Romanos 1:20

Hoy en día cada vez hay más voces que claman para salvar la naturaleza. ¡Cuánto la hemos estropeado en estas últimas décadas! Pero, ¿cuánta gente es sensible al lenguaje de la naturaleza? Es un lenguaje sin palabras que va dirigido a todos los hombres y a todas las culturas.

¿Quién de entre nosotros no ha quedado impresionado por una puesta de sol, un árbol en flor o el bramido de las olas? ¡Cuántas invitaciones a buscar al autor de toda esa belleza, de todo ese poder!

Y sin hablar de la hermosura de la naturaleza, el simple hecho de que la creación exista, ¿No es ya un motivo para maravillarse? Si los científicos pueden hacer cálculos de una precisión increíble, eso demuestra que el mundo no está dirigido por el azar, sino que en él reina un orden interno. El hecho de que el mundo pueda ser descifrado, ¿No es la prueba de la existencia de una inteligencia suprema?

Mucha gente no pasa de ahí y no trata de averiguar quién es el autor del Universo. La Biblia nos dice que es Dios, no una fuerza, sino una Persona a quien podemos conocer. De hecho, el Creador vino a visitar a su criatura. El Hijo de Dios se acercó a nosotros y se humilló a sí mismo tomando nuestra condición humana. Y más aún: dio su vida por nosotros.

Fuente: LaBuenaSemilla.net

lunes, 17 de enero de 2011

El Amor del Señor


Como (Jesús) había amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin.
Juan 13:1.


El amor del Señor Jesús por los suyos está presentado de diferentes maneras en la Biblia:

a) El amor por cada creyente individualmente: “El Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

b) El amor por el conjunto de todos los creyentes: “Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros” (Efesios 5:2).

c) El amor por nosotros como unidad, es decir, como Iglesia: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).

¡Cuánto nos amó, al punto de dar su vida por nosotros! Esto significa que tuvo que dejar la gloria del cielo y humillarse profundamente.

El Creador de todo vino como hombre a esta tierra. Sin embargo, no había lugar para él, de manera que tuvo que nacer fuera del mesón y ser acostado en un pesebre.

Vivió con sus padres humanos en la despreciada ciudad de Nazaret, en donde ejerció el oficio de carpintero, llevando una vida muy humilde.

Más o menos a la edad de treinta y tres años se dirigió hacia la cruz para morir por nosotros. Mientras estaba colgado allí, soportando terribles dolores, tuvo que cargar con nuestro estado pecaminoso. Jesús fue hecho pecado y por esa razón fue juzgado por Dios, quien aborrece el pecado. Él recibió el castigo por cada uno de nuestros pecados y murió por nosotros.

¡Qué amor tuvo aquel que estuvo dispuesto a pagar ese precio!

Fuente:LaBuenaSemilla.net