miércoles, 25 de mayo de 2011

Cinco consejos del Salmo 37



No te impacientes a causa de los malignos… Confía en el Señor, y haz el bien… Deléitate asimismo en el Señor… Encomienda al Señor tu camino… Guarda silencio ante el Señor, y espera en él.
Salmo 37: 1, 3-5, 7

“No te impacientes a causa de los malignos”. El mal siempre debería interpelarnos, pero el denunciarlo con firmeza, el no pasarlo por alto, no debería crear en nosotros un espíritu de venganza contra los que lo cometieron. Al contrario, Jesús nos enseña a orar por ellos. Abrigar amargura anularía cualquier posibilidad de perdón. Pongamos nuestra confianza en Dios, quien sabrá encargarse de nuestro asunto.


“Confía en el Señor, y haz el bien”. Esta confianza en Dios nos incita a hacer el bien, y para ello la vida de Cristo nos sirve de modelo: él “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Una fe profunda en el Señor nos conduce a imitarlo por amor y no por conveniencias.


“Deléitate asimismo en el Señor”. Aprendamos a hallar nuestro gozo en el Señor Jesús, leyendo la Palabra de Dios. Su perfección moral cuando hacía el bien, su sumisión y su humillación en la cruz nos unirán a esta persona, la única que es digna de nuestra adoración.



“Encomienda al Señor tu camino”. Si nos gozamos en el Señor, sencillamente pondremos toda nuestra vida en sus manos. Él conoce nuestras necesidades, ora por nosotros y se encarga de nuestro futuro.


“Guarda silencio ante el Señor, y espera en él”. Dios nunca actúa demasiado pronto ni demasiado tarde. ¡Él siempre interviene en el momento oportuno! Para sentir su paz, escuchemos su precioso secreto: esperar “en él”, confiando en sus promesas.



Fuente:LaBuenaSemilla.net

lunes, 23 de mayo de 2011

Pentecostés



(Jesús dijo:) Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad.
Juan 14:16-17

Según el capítulo 2 del libro de los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés el Espíritu Santo vino a esta tierra para habitar en cada creyente y en el conjunto de los salvados, es decir, en la Iglesia. El Señor Jesús lo llamó “Consolador”, lo que también puede significar “abogado”. Entonces el Espíritu Santo se encarga de nosotros, nos ayuda y nos consuela. ¿Cómo se traduce este servicio caritativo en cada uno de nosotros?

Generalmente, sólo mediante el Espíritu Santo podemos comprender lo que Dios quiere comunicarnos en la Biblia. Cuando leemos y estudiamos la Escritura, él nos guía a toda la verdad y hace que la persona de nuestro Salvador nos sea grande y preciosa (1 Corintios 2:10-13; Juan 16:13-15). Él nos asegura nuestra filiación de hijos de Dios al dar testimonio a nuestro espíritu “de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). Nos guía en nuestras oraciones e intercede por nosotros “conforme a la voluntad de Dios” (Romanos 8:26-27). Se preocupa por nosotros para que nuestra esperanza por la gloria de Cristo permanezca viva (Romanos 15:13).

El Espíritu en nosotros también es la fuerza que necesitamos para servir a Dios como le agrada (1 Corintios 12:4-11). Él obra en nosotros para transformarnos cada vez más conforme a la imagen del Señor (2 Corintios 3:18). El Espíritu Santo no sólo es el poder para todo servicio, sino también la fuente del poder de nuestra nueva vida.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

¿Qué es un Cristiano?



A los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.
Hechos 11:26.

Antioquía (sur de la actual Turquía, en la frontera siria) era la tercera ciudad del imperio romano, después de Roma y Alejandría. Desempeñaba un papel clave para el comercio de la época. Era una ciudad muy corrupta, en la cual reinaba una gran inmoralidad. Fue en esa ciudad difícil en donde unos sencillos creyentes anónimos anunciaron la Buena Nueva de la salvación por Jesucristo. Muchas personas creyeron este mensaje y se convirtieron al Señor (Hechos 11:21). Su vida cambió tanto que el nombre de cristianos, “los que son de Cristo”, fue empleado por primera vez en ese momento.

Dos mil años después el término cristiano sigue empleándose, aun cuando su sentido a menudo, y por desdicha, haya sido desfigurado. Para ser cristiano, para ser de Cristo, es necesario haber nacido de nuevo, haber nacido del Espíritu (Juan 3:3, 7). Este nuevo nacimiento no se recibe mediante el bautismo, sino por la fe en Jesús, muerto y resucitado. Es un nuevo comienzo. El que ha nacido de nuevo tiene una nueva vida que le permite conocer a Jesús, amarle, honrarle y vivir en comunión con él.

Le transcribimos un pensamiento de un cristiano que vivió hace cuatro siglos: «El cristiano es un hombre que no vive para sí mismo, sino para Cristo y para su prójimo. Para Cristo por la fe, para su prójimo por el amor. Mediante la fe se eleva por encima de sí mismo hasta Dios. Para Dios, él se dedica por amor a su prójimo. Sin embargo, siempre mora en Dios y en su amor».



Fuente:LaBuenaSemilla.net

viernes, 20 de mayo de 2011

Un Golpe Duro



Nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes,
extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos,
viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador,
y su amor para con los hombres, nos salvó.
Tito 3:3-5.

Roberto tuvo una abominable juventud. Pero después de acudir a Jesucristo se convirtió en un fiel predicador del Evangelio. Una noche, cuando entró en la sala donde debía hablar, un desconocido le dio un papel que decía: «¡Usted es un hipócrita! Debería refrescar su memoria. ¿Ya no se acuerda de tal y tal cosa…? ¿Tiene el valor de levantarse esta noche y predicar el Evangelio en esta sala?».

El golpe fue duro. Roberto subió al estrado, abrió su Biblia y leyó: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). Hizo una pausa y luego empezó a hablar: «Ahora, cuando entré en esta sala, me entregaron una nota. El autor de esas líneas, que me conoce, me acusa de haber llevado una vida escandalosa en el pasado. Con respecto a eso tengo que hacer tres observaciones:

1. La persona en cuestión tiene toda la razón. El pasado no puede ser borrado y reconozco con vergüenza y tristeza las faltas de mi juventud.

2. Todo me ha sido perdonado, porque cuando confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos, y esto gracias a la obra de la salvación que Jesús cumplió en la cruz.

3. Si Dios puede perdonar una culpa tan grande como la mía, si pudo perdonar al primero de los pecadores, entonces no hay nadie que no pueda recibir el perdón divino».



Confía es que cuando entregas tu vida a Cristo tus pecados pasados han sido borrados, no permitas que nada, ni nadie, te roben la paz y la certeza de tu nueva vida.



Que Dios te bendiga por siempre



Fuente:LaBuenaSemilla.net

lunes, 16 de mayo de 2011

Agradando a Dios



” Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice”Isaías 43:7
Glorificar a Dios debe ser la meta principal de mi vida. Agradarle con lo que soy y con lo que hago, por agradecimiento a todo lo que Él ha hecho por nosotros…amándonos primero. Veremos en la vida de Abraham características de un hombre que agradaba a Dios.

Un corazón que obedece
Génesis 12:1-9. Abraham obedece al llamado de Dios de dejar todo para seguirle a Él…no le importaron los costos, levantó sus tiendas, sólo buscando obedecer a Aquél que le llamaba. A donde iba, no lo sabía; le bastaba saber que iba con Dios.
¿Cómo es mi obediencia a Dios? ¿Mido el costo? La verdadera obediencia implica tomar nuestra cruz diariamente. Cada paso en la vida cristiana, muchas veces, envuelv e un altar donde hemos ofrecido algo de nuestra vida o sepultado nuestros propios deseos.

Un corazón que le ama
Génesis 22:1-14. Abraham es probado por Dios y sale victorioso mostrando que le amaba por sobre todas las cosas. “La única prueba verdadera de amor, es cuando estamos preparados para hacerlo todo, por la persona a quien lo profesamos” (Meyer)
“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama”

¿Puedes ver a Abraham recogiendo los leños, edificando un altar…volviéndose al joven Isaac para amarrarlo y ofrecerlo a Dios? ¿Amo yo a Dios de esa manera? ¿Es más importante que mis seres queridos? Pongamos nuestro “Isaac” sobre el altar…

Un corazón que confía
“Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraha m sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.” Génesis 22:3-5

“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” Hebreos 11:17-19

Abraham estaba seguro que de alguna manera Dios cumpliría la promesa. Meyer dijo: “Mientras estamos viviendo sosegadamente en medio de circunstancias favorables y sin perturbación, la fe duerme como un tendón no desarrollado en nuestro cuerpo; un hilo, un germen, una idea. Pero cuando somos empujados en medio de circunstancias difíciles y no tenemos de quien depender, sino de Dios, entonces la fe aumenta repentinamente hasta hacerse un cable, una encina reina del bosque, un principio dominante en la vida”

No miremos las dificultades que estorban el camino, sino el maravilloso poder y la gran fidelidad de Aquel que hizo la promesa

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org

lunes, 2 de mayo de 2011

Una decisión de la que uno no se arrepentirá jamás



No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.
Romanos 1:16

Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Filipenses 3:8

El Evangelio compromete a quien lo acepta. No se trata de una adhesión superficial a una idea, sino de un trabajo interior del corazón y de la conciencia. Algunas personas no quieren saber nada del Evangelio porque precisamente perciben que es un poder que transforma la vida de quien lo recibe. Se dan cuenta de que no pueden aceptarlo a la ligera. Pero nunca he conocido a alguien que se arrepienta de haber aceptado a Jesús como su Salvador personal.



El apóstol Pablo sufrió mucho a causa de su fe. Fue perseguido, golpeado y encarcelado, sin embargo en ningún momento echó de menos la vida que había vivido antes de su conversión. Su relación con Dios y la paz que llenaba su corazón hacían que no envidiase a nadie. Incluso en la cárcel escribió: “Para mí el vivir es Cristo”. “Regocijaos en el Señor siempre”. “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 1:21; 4:4, 7).


Aún hoy el Evangelio es presentado a todos, no como si se tratase de un producto para probar, sino como un poder que libera y hace que la vida tenga sentido.

“Hasta alcanzar todas las riquezas de pleno conocimiento a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo” (Colosenses 2:2).



Fuente:LaBuenaSemilla.net