viernes, 24 de febrero de 2012

Controlar Nuestros Pensamientos


Cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Proverbios 23:7.

La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús…
Todo lo que es verdadero… todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna,
si algo digno de alabanza, en esto pensad…
y el Dios de paz estará con vosotros.
Filipenses 4:7-9.

¿Su mente está acosada por pensamientos negativos, malsanos o violentos? ¿Quiere realmente salir de ese callejón sin salida? En la Biblia Dios declara que la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud (Génesis 8:21) y que Dios conoce todo intento de los pensamientos (1 Crónicas 28:9).

Pero si reconocemos nuestra condición de pecador y aceptamos el perdón de Dios, podemos dejar en sus manos nuestra forma de pensar, pues por medio del Espíritu Santo la transformará. Sin embargo esto sólo funcionará si juzgamos y disciplinamos nuestros pensamientos.

El hombre va formándose por lo que domina sus pensamientos. Desechemos de nuestra mente los pensamientos negativos, por ejemplo la autocompasión, la amargura, la envidia, los pensamientos malsanos, y llenemos nuestra mente de todo lo que es verdadero, justo, puro, de buen nombre.


Luego, tengamos cuidado de no alimentar nuestros pensamientos con ideas e imágenes malsanas, violentas, perversas, transmitidas por los libros, la televisión e Internet, ¡Medios de comunicación que a veces difunden lo peor! También velemos sobre lo que leen, escuchan y ven nuestros hijos.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

Mirar a Jesús


Mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Juan 1:36

Nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús.
Hebreos 12:1-2


«Mirar a Jesús. Sólo son tres palabras, pero en ellas está el secreto de la vida cristiana. Mirar a Jesús quien fue crucificado, a fin de hallar, en Su vida entregada por nosotros, nuestro perdón y nuestra paz.

Mirar a Jesús glorificado para encontrar en él la única justicia que nos justifica y permite que nos acerquemos a Dios.

Mirar a Jesús glorificado para tenerlo como el defensor celestial que ora sin cesar por cada uno de los suyos.

Mirar a Jesús para seguirlo por la fe y encontrar en su amor la fuerza para triunfar sobre nuestra rebeldía y sobre todos los ataques del mal y de Satanás.

Mirar a Jesús para que nuestras tinieblas se disipen ante la claridad de su amor, para que nuestras alegrías sean santas y tengamos tranquilidad en nuestras penas… para que nos enseñe a orar y responda a nuestras oraciones. Jesús nos deja en el mundo pero nos separa de él, porque nuestra vida está escondida con él en Dios, y entonces nuestra conducta puede dar testimonio de él ante los hombres.

Mirar a Jesús en la Escritura para aprender quién es, qué hizo, lo que da y lo que pide; para tomarlo como modelo, sus palabras como enseñanza y sus promesas como soporte».
Théodore Monod.

Fuente:LaBuenaSemilla.net


lunes, 6 de febrero de 2012

Los Hijos de Dios


¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?
Proverbios 30:4.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.
1 Juan 3:1.

En la Biblia Dios se da a conocer bajo diferentes nombres, cada uno de los cuales presenta uno de sus caracteres. El Altísimo evoca su grandeza, su soberanía sobre toda la tierra. Jehová es el nombre predominante en su relación con el pueblo de Israel.

Cuando Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo, el pueblo de Israel era su familia en la tierra, y era a ella a quien su Padre lo enviaba. Jesús les habló de él: “Vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). Les dio a conocer a Dios como su Padre, siempre en estrecha relación con él. Pudo decir: “El Padre ama al Hijo”. “Yo y el Padre uno somos”. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 5:20; 10:30; 14:9).

Pero también leemos: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados… de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:11-13).

Se trata de una relación completamente nueva. Para ser un hijo de Dios, Jesús dice que es necesario “nacer de nuevo”. “Los que creen en su nombre”, cualquiera sea su nacionalidad, pasan a ser hijos de Dios; y él quiere reunirlos (Juan 11:52). Cuando Jesús salió de la tumba, envió a decir a sus discípulos: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre” (Juan 20:17). “Ahora somos hijos de Dios” (1 Juan 3:2). Hoy Dios ofrece el gozo de ser su hijo a todo aquel que cree en Jesús.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

sábado, 4 de febrero de 2012

"Como la estela de un barco..."


Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo;
y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.
Salmo 43:4.

El gozo del Señor es vuestra fuerza.
Nehemías 8:10.

La vida siempre contiene, al menos bajo la forma de nostalgia, un deseo de felicidad y alegría. Más o menos conscientemente, todos aspiramos a ella. No hay vida sin admiración, sin esos momentos en los que queremos cantar de alegría. Esa necesidad de alabanza es tan inherente a la vida humana que, si el hombre no alaba a Dios, exaltará cualquier cosa que lo reemplace: un ideal, un motivo político, algún tipo de arte, de deporte, etc. La historia de la humanidad muestra qué formas pervertidas puede tomar también este arrebato de exaltación cuando está desviado de Dios.

Pero el que confía en Dios descubre que la fuente de la alegría está en una persona: en Jesús. “Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). Independientemente de cuál haya sido nuestro pasado y la gravedad de las faltas que hayamos cometido, podemos encontrar la respuesta a nuestra ardiente sed de felicidad confiando en Dios, creyendo en el Señor Jesús. Entonces gustamos de su alegría, y ésta permanece incluso en los momentos difíciles, tal y como han podido testificar tantos creyentes.

Esta alegría es completa cuando gozamos, por la fe, de la presencia de Dios. Él nos salvó y nos guía hacia el cielo, por ello podemos regocijarnos plenamente. Entonces, al igual que la estela de un barco, la alegría es el rastro del amor de Dios actuando en nuestras vidas.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

jueves, 2 de febrero de 2012

Dios Admirable


Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras;
estoy maravillado…
¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de ellos!
Salmo 139:14-15.

¡Cuán maravillosas son las obras de Dios! La creación me deja sin palabras, pues manifiesta tanto el poder como la infinita sabiduría de Dios, pero estoy aún más sorprendido y admirado de que Dios haya amado a una criatura tan rebelde e ingrata como yo. Tengo una viva esperanza y una firme confianza en Dios, las cuales están basadas en lo que él hizo por mí.

En efecto, lleno de misericordia, Dios me buscó cuando yo no quería saber nada de él. El hecho de haberlo ofendido debería hacer que me odiase y me rechazase. Pero sucedió todo lo contrario: Dios quiso pagar el gran precio para reconciliarme con él. En Jesucristo veo a Dios en la condición de hombre, quien sufrió y murió por mí que soy indigno, para hacerme justo, cosa que no hubiese podido hacer por mí mismo.


Debido al sacrificio de Cristo, ese Dios “misericordioso y clemente” (Salmo 103:8) manifiesta su misericordia hacia los que creen. La tuvo conmigo; y ante él mis pretendidos méritos no sirven para nada. Ahora puedo contar con él como un niño lo hace con su padre. Sé que no es tan sólo el todopoderoso Creador, sino que se interesa y tiene su mirada puesta especial y continuamente en mí. Sí, ¡Dios me ama!

Pero, hermano lector, ¡no pienses por eso que tengo suerte! Dios no hace distinción de personas; pagó el mismo precio por todos, y ofrece a cada uno su gracia. ¡También desea que  tú pases a ser su hijo!, acéptalo hoy mismo o regresa a tu primer amor, si es que ya lo habías olvidado. Dios te espera con los brazos abiertos.


Fuente:LaBuenaSemilla.net

miércoles, 1 de febrero de 2012

El Nombre de Jesús‏


Dios también le exaltó (a Jesús) hasta lo sumo,
y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla
de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor.
Filipenses 2:9-11.


El nombre de Jesús significa «Dios salva». Jesús mismo es la salvación de Dios (Lucas 2:30); es el Dios que salva. Su nombre expresa su misión, el motivo de su venida al mundo.

¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”, suplicaron diez leprosos (Lucas 17:13). “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí”, clamó un ciego (Marcos 10:47). “¡Señor, sálvame!”, rogó Pedro. “¡Señor, socórreme!”, imploró una mujer (Mateo 14:30; 15:25). Jesús respondió a cada uno de ellos, y aún hoy continúa respondiendo a todo el que clama a él. Para ser salvos de nuestros errores y pecados hay que ir a Jesús por la fe.

Jesús… Ese nombre evoca la humanidad y los sufrimientos de Cristo. Fue contradicho, le tendieron trampas y, por último, fue crucificado. Pero, misterio del amor de Dios, por medio de su muerte Jesús vino a ser el Salvador del mundo. Al ser crucificado cumplió la obra de la salvación, “habiendo él llevado el pecado de muchos” (Isaías 53:12).

Cuando Jesús vino a la tierra fue despreciado y rechazado, y sigue siéndolo aún hoy por todos los que no creen en él. En cambio, para los que creen en Jesús, ese nombre expresa dulzura, amor y gloria. Pronto todos tendrán que reconocer la grandeza y la majestad de ese nombre. ¿Quién es Jesús para mí?


Fuente:LaBuenaSemilla.net