martes, 20 de marzo de 2012

¿Tienes un Problema? ¡Llama al 5015!


Antes que clamen, responderé yo;
mientras aún hablan, yo habré oído.
Isaías 65:24.

Clamaron a Dios… y les fue favorable,
porque esperaron en él.

1 Crónicas 5:20.
En una revista cristiana se leía: «¡El número directo del cielo es el 5015!», haciendo alusión al Salmo 50, versículo 15: “Invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”.

Nos alivia encontrar una solución a nuestros problemas cotidianos, pero las necesidades morales y espirituales también son numerosas. Entonces nuestros contemporáneos se vuelcan hacia todo tipo de ilusiones, espejismos y engaños. Le animamos a utilizar ese 5015, es decir, la oración de ese salmo.

Mejor es confiar en el Señor que confiar en el hombre” (Salmo 118:8). Dios es fiel y no decepciona a ninguno de los que se dirigen a él. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). Muchos lo han experimentado en todo tiempo. “El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma” (138:3).

¿Su pecado le abruma y siente su culpabilidad ante Dios? Él encontró el remedio, porque le ama: dio a su Hijo Jesucristo. Si usted cree en él y en la eficacia de su obra, es liberado de sus faltas, pues Cristo las llevó en la cruz. Entonces puede decir: “A ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados” (Isaías 38:17).
Fuente:LaBuenaSemilla.net

miércoles, 14 de marzo de 2012

Una Obra Misteriosa


(Jesús dijo:) Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
Marcos 4:26-27.

Jesús emplea una comparación sorprendente para hacer entender a sus discípulos lo que hoy en día es “el reino de Dios”: la semilla que germina de forma invisible y crece para un día sacar a la luz los tallos y las espigas de la cosecha futura (Marcos 4:26-29).

Jesús mismo fue el sembrador que hizo el duro trabajo, tal como lo describe el Salmo 126:6: “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla”. Sufrió mucho debido a nuestras faltas, hasta el punto de dar su vida por nosotros. Así, Jesús también fue aquella semilla de trigo que cayó en la tierra y murió para dar una vida nueva a multitud de gente (Juan 12:24).

El mundo ha seguido su curso; el pecado y los problemas que éste acarrea no dejan de extenderse por doquier. El reino de justicia y paz anunciado por Jesús no ha sido establecido… Pero, ¡Paciencia! Una obra misteriosa se está llevando a cabo; el poder de una vida escondida, pero victoriosa, está actuando. El Espíritu de Dios hace “nacer de nuevo”, por la fe en el Evangelio, una alma tras otra. Entran en ese “reino de Dios” que no veremos hasta el día en que Jesús vuelva por todos los suyos, para luego aparecer con ellos, triunfar sobre sus enemigos y establecer su reinado visible. “Volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmo 126:6).

Hasta ese día los creyentes son, así como él mismo fue, extranjeros en este mundo.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

viernes, 2 de marzo de 2012

Orar a Dios en nombre de Jesucristo



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De cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará… pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido… pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.
Juan 16:23-27

En Juan 16, el Señor anunció a sus discípulos que iba a dejarlos para regresar al cielo después de haber dado su vida en sacrificio por nuestra salvación.

Como es comprensible, la tristeza llenó el corazón de los discípulos cuando se dieron cuenta de que iban a quedarse solos en la tierra. Fue entonces cuando el Señor les reveló los recursos de la oración. Como esta promesa concerniría igualmente a todos los creyentes, salvos por haber creído en el Señor Jesús, nos fue transmitida mediante la Palabra de Dios.

¡Es una promesa extraordinaria! Estemos en donde estemos, sea cual sea nuestra situación, podemos pedir a nuestro Padre celestial que nos ayude, que nos enseñe el camino y que nos dé una salida.

Cuando oramos en el “nombre” de Jesús, es como si dijésemos a Dios: «Vengo a pedirte esto de parte del Señor Jesús». Esto supone, por supuesto, que él hubiese podido hacerlo en nuestro lugar, es decir, que nuestra petición sea de acuerdo con su voluntad. ¡Qué seguridad nos da esto para acercarnos a nuestro Dios! Él nos escucha, así como escuchaba a Jesús cuando estaba en la tierra. Jesús dijo: “Yo sabía que siempre me oyes” (Juan 11:42).

¡Tengamos plena confianza en la misericordia de nuestro Padre, quien llenará nuestro corazón de paz y alegría! De este modo no olvidaremos darle las gracias.

Fuente:LaBuenaSemilla.net