Engañoso es el corazón más que todas las cosas,y perverso; ¿quién lo conocerá?
Jeremías 17:9.
Os daré corazón nuevo,y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros.
Ezequiel 36:26.
Pocas personas están verdaderamente satisfechas con su destino. La gente se queja de todo: de los demás, del tiempo, de la mala suerte, de Dios, a quien se hace responsable de todos los problemas. Y cada uno desea tal o cual cambio que le devolvería la alegría de vivir.
Está claro que algo tiene que cambiar en mi vida, pero primeramente es necesario determinar con honestidad la verdadera causa de mis decepciones e inquietudes. La Palabra de Dios me muestra esta causa. Lo que me impide ser feliz no son mis circunstancias, sino mi estado interior. No son los demás, sino yo mismo; no son mis costumbres, sino mi corazón. Éste es profundamente malo, declara la Escritura. Es el gran responsable de mi perpetua insatisfacción. Ahí es, pues, donde debe haber un cambio.
¿Lo conseguiré por mis propios esfuerzos? A este respecto la Biblia también es muy clara. Yo mismo no puedo cambiar mi corazón: un reloj no puede, por sí mismo, arreglar o cambiar su mecanismo dañado. La intervención de un relojero es necesaria. Del mismo modo, nosotros también necesitamos la mediación de nuestro Creador.
El que nos dio la vida también quiere darnos, por medio de Jesucristo, una nueva vida, es decir, un nuevo corazón capaz de recibir su amor, y de esa manera estar satisfecho, a pesar de todo.
“Dios, que es rico en misericordia… aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:4-5).
Fuente:LaBuenaSemilla.net
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