lunes, 1 de octubre de 2012

La falsa comodidad de ser un cristiano invisible.


Puede que seamos de los que prefieren ocupar las bancas del fondo en nuestra iglesia, o esas que están cerca de la puerta para huir apenas termina la reunión…

Puede que, a la hora de escuchar el mensaje, estemos pensando a quién le vendría bien esa palabra. O seamos de los que tenemos una vida mucho más ocupada que la de los demás a la hora de las convocatorias para los ministerios…
 
Quizás somos de los que hace tanto tiempo que concurrimos a una congregación, que la verdad es que ya no hay nada nuevo bajo el sol y hay poco más que podamos aprender. Es que tenemos muchos años de creyentes y de experiencia…

¿Somos los del fondo del salón? ¿Somos los invisibles de siempre que preferimos el bajo perfil? ¿Somos, en definitiva, LOS TIBIOS…?

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” Santiago 1:22-25

Ser de los invisibles es simplemente un engaño, porque la vida cristiana es radical: es de los hacedores. Los oidores viven la mentira de verse en el reflejo sin ser ni vivir la plenitud de la obra que Dios nos tiene preparada. ¿Para qué oímos si no vamos a escuchar la voz de Dios en su palabra? Nos engañamos de que el ir a la iglesia, levantar las manos o hacer actos de presencia es ser cristianos. Pero vamos a desenmascararnos: nos estamos engañando… y luego del oír, nada ha quedado en nuestro corazón.

La actitud del hacedor es la de “mirar atentamente en la perfecta ley”; examinando el interior y muriendo al yo en cada momento, rumiando con su inteligencia y dejando actuar el Espíritu para comprender aquello que resulta inaccesible para la pequeñez humana.

Es la actitud comprometida y sacrificada de “perseverar” en aquello que ha escuchado y reconoce que Dios debe obrar, abandonándose a sí mismo para entregarse en las manos del Creador para que lo haga de la forma en que debe ser.

Y “no se permite olvidar”, sino que retiene y reflexiona diariamente en su obrar, buscando agradar al Señor y glorificarlo con su vida.

Sin dudas la invisibilidad del oidor resultará más cómoda. Pero no fuimos hechos para esto. Dios nos ha dado dones, capacidades, inteligencia, recursos, para ponerlos a su disposición y ser grandes hacedores y bienaventurados. Seamos creyentes radicales y visibles. ¡Vivamos el Reino!
 
Fuente:Portal de la Iglesia Latina
 www.iglesialatina.org

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