miércoles, 8 de abril de 2009

Un diálogo con mi alma

¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?Espera en Dios; porque aún he de alabarle.
Salmo 42:5 y 11.

El libro de los Salmos contiene varios ejemplos de diálogos en los cuales el creyente se dirige a su propia alma para alentarla o estimularla.

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” ¿A menudo no nos ocurre, sobre todo durante la noche, machacar siempre en los mismos problemas y dramatizarlos? Nos sentimos abatidos, agobiados, y muchas veces deprimidos. Nos agitamos y damos vueltas en la mente a todos los aspectos de una situación. Entonces, ¿cuál es el recurso para romper ese ciclo de «abatimiento–agitación»?

En nuestros días, cuando muchos se apresuran a ir al consultorio de los psicólogos por cualquier pequeñez, sepamos mejor confiar nuestras dificultades o penas al Señor. “Despierta, alma mía” (Salmo 57:8).

Y si hay días nublados en nuestra vida, durante los cuales a veces encontramos hostilidad, aprendamos a elevarnos por encima de las circunstancias para gustar el amor de Dios. “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza” (Salmo 62:5).

Ante todo, la vida cristiana significa una relación real y de confianza en Dios. “Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios” (Salmo 103:2). ¿Son los agradecimientos la tela de fondo de nuestra vida?

“Mi porción es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré” (Lamentaciones de Jeremías 3:24).

Esta respuesta nos trae el sosiego. “Sólo tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).


Fuente:LaBuenaSemilla.net

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