lunes, 8 de junio de 2009

Cristo y su Iglesia

Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.
Efesios 5:25.

En el capítulo 5 de la epístola a los Efesios el Espíritu Santo nos habla del triple fruto del amor de Cristo por su Iglesia. Al mirar hacia el pasado nos dice: “Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25).

Cuando el Señor Jesús estaba colgado en la cruz para cumplir la obra expiatoria por los seres humanos pecadores, también se sacrificó por su Iglesia. En su amor él pensaba en el conjunto de los redimidos, es decir, en su Esposa. Sí, la cruz del Gólgota es el fundamento para que haya una desposada del Cordero; y tenemos, nosotros que creemos, el privilegio de formar parte de ella.

En sus objetivos en el presente, él quiere “santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la Palabra” (v. 26). Cristo quiere que su Iglesia, su Esposa, sea para él solo. Por eso la santifica, la separa del mundo.

Mediante la Palabra, él desea quitar de nuestra vida todo lo que no es digno de él. Actualmente alimenta y cuida a su Iglesia y se preocupa por su desarrollo y prosperidad espiritual.

El amor del Señor Jesús también obra en vista del porvenir: “A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (v. 27).

¡Cuán maravilloso será cuando ya no haya divergencias entre los creyentes, cuando toda desunión y manchas hayan desaparecido!

Fuente:LaBuenaSemilla.net

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