Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8-9
Al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Romanos 4:5
Si hay algo de máxima importancia es nuestra condición ante Dios. ¿Cómo unos seres culpables y tan limitados podrían hacer lo suficiente para apaciguar a un Dios ofendido y conseguir sus favores? ¡Es imposible! Pero no es casualidad que la palabra «evangelio» signifique «buena nueva», pues Dios es un Dios de gracia y ofrece la reconciliación gratuitamente.
Dios es aquel que da, que ama y que, como es Dios, no pide nada a cambio. La gracia es por definición una acción gratuita. Lo único que hay que hacer es aceptarla y agradecer a Dios por ese regalo. ¿Le parece demasiado sencillo?
Querer hacer algo para obtener la salvación significa vivir en la insoportable angustia de no haber hecho lo suficiente y encerrarse en una serie de reglas que uno cree que son fuente de salvación. De este modo uno niega el Evangelio de la gracia, el poder ilimitado del amor del Dios Salvador, y rehúsa creer en la veracidad de sus promesas.
Sin embargo, ¡Dios nos ama! Él demostró que somos pecadores: “No hay justo, ni aun uno”. “Todos pecaron” (Romanos 3:11, 23). Pero su amor se desplegó en la cruz cuando su Hijo llevó el castigo que nuestras malas acciones merecían. El precio que Jesucristo pagó es lo que le permite a Dios perdonarnos. ¡Me salva por pura gracia!
Fuente:LaBuenaSemilla.net
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