Justificados, pues, por la fe,tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Romanos 5:1.
Durante años, domingo tras domingo, pedía a Dios que se compadeciera de mí, miserable pecador. Pero en realidad no me sentía tan miserable y menos aún pecador, pues me esforzaba por hacer todo el bien posible a mi alrededor. Era una simple rutina.
No obstante, cierto día el significado de esta oración se impuso a mi conciencia y fui obligado a exclamar como David: “Contra ti he pecado”. Yo no había hecho nada especialmente malo, pero la luz de Dios resplandeció sobre mi alma. Comprendí que yo era culpable y que Dios era santo.
Cuando realmente me di cuenta de que Jesús había muerto por mis pecados y su preciosa sangre me purificaba de todo pecado (1 Juan 1:7) fue como la claridad del sol entrando en una habitación oscura. Este descubrimiento acompañó mi arrepentimiento para con Dios y mi fe en nuestro Señor Jesucristo, “entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25).
¡Cuántas bendiciones inesperadas: mis pecados fueron perdonados, fui justificado por Dios y obtuve la paz con él! Era tan simple que permanecí estupefacto. Después de todos mis esfuerzos y oraciones para obtener la salvación, descubrir que el Señor Jesús la había logrado al morir en la cruz por mí, me llenó de gozo, felicidad y de un gran agradecimiento.
Amén.
Fuente:LaBuenaSemilla.net
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