Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Lucas 2:11-12
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Isaías 55:9
Cuando Dios quiso revelarse al mundo, no se manifestó con una demostración de poder y de gloria, sino que dio la más humilde señal de su presencia: “un niño acostado en un pesebre”. Esta señal tan discreta permaneció desapercibida para la mayoría, pero para los pocos que esperaban al Mesías prometido, era la señal del cumplimiento de las promesas de Dios. Así un anciano, Simeón, tomó al niño Jesús en sus brazos y exclamó: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz… porque han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2:29-30).
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.
Isaías 55:9
Cuando Dios quiso revelarse al mundo, no se manifestó con una demostración de poder y de gloria, sino que dio la más humilde señal de su presencia: “un niño acostado en un pesebre”. Esta señal tan discreta permaneció desapercibida para la mayoría, pero para los pocos que esperaban al Mesías prometido, era la señal del cumplimiento de las promesas de Dios. Así un anciano, Simeón, tomó al niño Jesús en sus brazos y exclamó: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz… porque han visto mis ojos tu salvación” (Lucas 2:29-30).
Sí, los pensamientos de Dios son infinitamente más altos que los nuestros. Nadie habría podido imaginarse que Dios se haría hombre y que el Rey de los reyes nacería en un establo. Dios invierte nuestras nociones de grandeza. El rey que acababa de nacer en Belén haría su entrada en Jerusalén, no sentado en un carro, sino en un asno.
No vino para enriquecerse, sino para enriquecernos a nosotros. Jesús no vino para dominar, sino para servir; no vino para someter, sino para dar su vida por nosotros. Se rebajó y fue al encuentro de los pobres, los enfermos, los pecadores, para revelarles el inmenso amor de Dios, ese amor “que excede a todo conocimiento” (Efesios 3:19). ¡Al morir en la cruz demostró cuánto ama a cada hombre!
Fuente:LaBuenaSemilla.net
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