Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.
Juan 14:8-9
Juan 14:8-9
Algunos artistas han representado a Dios en forma de ser humano, semejante a un anciano. Quizá pensaron en la visión que Daniel describió (Daniel 7:9), pero allí se trata sólo de una visión, no de la persona de Dios mismo. Dios no tiene forma ni figura; él es espíritu.
Después de la salida de Egipto, Moisés dijo a los israelitas que habían oído la voz de Dios en el Sinaí: “Ninguna figura visteis” (Deut. 4:15). Dios mismo dijo a Moisés: “No me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33:20). Él es el Dios invisible, “a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1 Timoteo 6:16).
No se le puede conocer si él mismo no se revela. “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18). En Cristo, “Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16).
Cristo, el Hijo de Dios, es la imagen del Dios invisible. Una “imagen” es la fiel representación de una persona o de un objeto, mientras que una “semejanza” sólo reproduce algunos rasgos. Una imagen está hecha para ser vista y representar lo que por cualquier motivo no es visible. Ya que Dios es invisible para toda la creación, Jesús, el Hijo de su amor, es quien lo revela.
El Hijo que desde la eternidad está “en el seno del Padre”, quien también es Dios y fue hecho hombre sin dejar de ser Dios, es el que manifiesta a Dios en todos sus caracteres y distintivos. Sí, es su misma esencia.
Fuente: LaBuenaSemilla.net
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