viernes, 29 de mayo de 2009

El hombre


Amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.
Isaías 38:17

El Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20

El hombre es un ser mortal, sujeto a su cuerpo, limitado en el espacio y en el tiempo, sometido a las leyes físicas, esclavo de sus pasiones, dependiente de sus emociones. También es un espíritu curioso, deseoso de comprender su finalidad, que se pregunta acerca de su pasado, de su porvenir, de Dios y del más allá.

El hombre fue hecho a la imagen de Dios y conforme a su semejanza (Génesis 1:26). Pero a causa de su desobediencia fue echado del Edén y separado de su Creador. Aun cuando no es consciente de ello, sufre por esa ruptura y guarda en el fondo de sí mismo el sentimiento de su culpabilidad.

Mas Dios quiso arreglar esta cuestión del pecado y abolir la distancia que lo separaba de su criatura, porque cada ser humano es único e irreemplazable a sus ojos. Amó tanto al hombre que envió a su Hijo amado a su encuentro para salvarlo.

¡Qué descubrimiento extraordinario: Dios se preocupa por mi felicidad terrenal y eterna!

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11).

“¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Salmo 8:4).

Aún hoy, Dios quiere salvar y hacer feliz a cada una de sus criaturas.

Fuente:LaBuenaSemilla.net

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