Yo os digo: Pedid, y se os dará;buscad, y hallaréis;llamad, y se os abrirá.
Lucas 11:9.
Orar es hablar con Dios. ¿No es grandioso que nosotros, seres humanos insignificantes que viven en el minúsculo planeta Tierra, podamos hablar con el Dios Todopoderoso? Orar es una conversación de nuestro corazón con Dios. Así como cualquier conversación no queda sin efecto en nosotros y en nuestro interlocutor, lo mismo ocurre cuando conversamos con Dios. En nosotros hay un cambio.
¿De qué se habla en una oración? Podemos hablar libre, abierta y sinceramente a Dios. No hay temas que no podamos mencionar. ¡Tal es la bondad y la gracia de Dios!
¿Y cómo contesta Dios a nuestras oraciones?
Muy a menudo éstas consisten en pedidos y deseos. Quisiéramos obtener algo de él, anhelamos que cambie algo en nuestra vida o en la de otros. Al orar a Dios debemos contar con toda clase de respuestas, respuestas que siempre vienen de su corazón lleno de amor:
–Quizás él diga «Sí» y cumpla nuestro deseo “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20):
–Puede suceder que nos diga «No», porque lo que le pedimos podría dañarnos o no ser útil. Él sabe mejor lo que es bueno para nosotros y tiene las mejores intenciones.
–A veces nos dice: «Espera un poco».
–También puede responder de otra manera a nuestro pedido. Contesta, pero no como lo habíamos imaginado.
Pero una cosa es segura: cuando le hablamos sinceramente, cada uno de nosotros debe saber: Dios me oye y me comprende. No me olvida porque me ama.
Fuente:LaBuenaSemilla.net
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