Jesús callaba.
Mateo 26:63.
Jesús no le respondió ni una palabra;de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
Mateo 27:14.
Jesús nunca fue reacio a hablar cuando se trataba de dar a conocer a Dios. Toda su vida, todos sus hechos y palabras estaban en perfecta armonía para revelar quién es Dios: su bondad, su justicia, su amor y su verdad; Jesús no ocultó nada.
Sus palabras de gracia suscitaban asombro (Lucas 4:22); lo diferenciaban de todos los demás hombres (Juan 7:46). “Tú tienes palabras de vida eterna”, le dijo el apóstol Pedro (Juan 6:68). Jesús no sólo habló a sus discípulos, sino que también entregó fielmente su mensaje a aquellos que le rechazaban y le odiaban.
Sin embargo, hubo una ocasión en que Jesús permaneció callado: fue durante su proceso. No procuró defenderse cuando los falsos testigos le acusaban (Mateo 26:57-63); tampoco lo hizo ante las autoridades religiosas o el gobernador romano (27:12-14).
Su silencio era una prueba de su perfección. Estaba dispuesto a ofrecer su vida en sacrificio por nuestras faltas. Por ningún motivo quería apartarse de su divina misión. El injusto juicio de los hombres lo llevaba a ofrecerse en sacrificio a Dios.
Con su silencio, el Señor cumplía la profecía: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7).
Su silencio era el silencio del Cordero de Dios. Maravilloso motivo que nos invita a la adoración. Amén.
Fuente:LaBuenaSemilla.net
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