sábado, 8 de agosto de 2009

¿Era tan malo?

¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.
Salmo 119:9

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
Juan 3:7

La historia relata que el emperador Nerón fue un niño hermoso, con un corazón tan tierno que no soportaba ver sufrir a un animal. Pero cuando se hizo mayor fue un verdadero monstruo, uno de los peores hombres de quien la historia haya conservado el rastro. Hallaba un gozo diabólico en su crueldad.
Se cuenta que hizo prender fuego a la ciudad de Roma y se alegraba viendo las llamas, avivadas por el viento, devorar todo a su paso. Nada lo conmovía: ni el sacrificio de tantas vidas humanas, ni las inmensas pérdidas materiales.
Dominado por Satanás, Nerón se constituyó enemigo de Jesucristo y de los cristianos. Ordenó asesinar a muchos creyentes; unos fueron untados con pez y quemados vivos, otros fueron echados a las fieras de la arena y otros fueron sometidos a toda clase de torturas. Igualmente mató al apóstol Pablo, quien escribió numerosas epístolas del Nuevo Testamento.
Recordemos que ese monstruo de crueldad fue un joven amable y sensible, quizá como nosotros lo fuimos. En su corazón habitaba la misma raíz de pecado que hay en el nuestro. Aunque no hayamos cometido faltas graves, necesitamos ser salvos, porque la Palabra de Dios declara: “No hay justo, ni aun uno… todos pecaron” (Romanos 3:10, 23).
Pero ella también dice: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Él nos amó y murió en la cruz para quitar nuestros pecados (1 Corintios 15:3).
Fuente:LaBuenaSemilla.net

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