martes, 4 de agosto de 2009

¡Siempre la guerra!

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.
Juan 14:27

La historia de la humanidad, la de todos nosotros, ¿no podría ser resumida en esa fórmula lacónica? En efecto, se parece a un incesante combate, desde el nacimiento hasta la muerte. El niño llega a este mundo gritando, como si su primera experiencia de pequeño hombre ya fuera traumática. Luego llora para que lo atiendan… antes de aprender a llorar porque la vida no es fácil. El adolescente se debate en una multitud de conflictos y a veces se rebela. Los adultos luchan unos contra otros y contra sí mismos, contra sus problemas y contra sus angustias… hasta el momento en que lucharán contra la muerte.

En esta triste vida terrenal, la palabra Evangelio aporta esperanza. Significa buena nueva. Dios se interesa por el hombre; conoce la desastrosa condición en la que se colocó el ser humano al rechazarle. Es un Dios todopoderoso que también es un Dios de amor. Entonces, ¿por qué no confiar en él? También es un Dios de esperanza. Entonces, ¿por qué desesperarse? Él conoce la causa de todo este sufrimiento e hizo lo necesario para remediarlo.

Dios dio a su Hijo unigénito para que seamos reconciliados con él. Aceptemos la paz que Jesús hizo al morir en la cruz para quitar nuestros pecados. El que cree, recibe la nueva vida que él nos revela en la Biblia. ¡Vale la pena leer este libro, creerlo… y vivirlo!

“Agradó al Padre… por medio de él (Jesús) reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:19-20).

Fuente:LaBuenaSemilla.net

No hay comentarios: